El Síndrome de Estocolmo: Un Análisis Integral

Psicólogo George Taborda
El síndrome de Estocolmo es un fenómeno psicológico fascinante que se presenta ensituaciones de secuestro o cautiverio, donde las víctimas desarrollan sentimientos de simpatía o incluso de afecto hacia sus secuestradores. Aunque a menudo se asocia con situaciones extremas de violencia, este trastorno ofrece una mirada profunda sobre la naturaleza de las relaciones de poder, la psicología humana y las dinámicas de la empatía. Su nombre proviene de un robo a un banco ocurrido en Estocolmo, Suecia, en 1973, pero sus implicaciones van mucho más allá de este evento específico. Este artículo busca explorar el síndrome de Estocolmo desde diversas perspectivas psicológicas, destacando su relevancia y las lecciones que ofrece sobre el comportamiento humano.
Origen y Contexto del Síndrome de Estocolmo
El término “síndrome de Estocolmo” fue acuñado por el criminólogo y psicólogo Nils Bejerot tras un asalto a un banco en Estocolmo, en el que varios rehenes fueron tomados cautivos durante seis días. A pesar de haber sido liberados, algunos de los rehenes comenzaron a defender y, en algunos casos, incluso se pusieron del lado de
los secuestradores. Este comportamiento desconcertante llamó la atención de la comunidad científica, quienes empezaron a investigar cómo las víctimas podían desarrollar una relación emocional con quienes las sometían a tal trauma. Aunque el caso que originó el término fue único, se ha documentado que el síndrome puede manifestarse en diferentes circunstancias, incluyendo abuso doméstico, secuestros, y situaciones de violencia prolongada. Las víctimas suelen mostrar señales de identificación con los agresores, lo cual puede ser una respuesta adaptativa del cerebro para afrontar el miedo y la desesperación, a fin de reducir el riesgo de daño
físico y psicológico.
Características Psicológicas del Síndrome de Estocolmo
Desde una perspectiva psicológica, el síndrome de Estocolmo se caracteriza por una compleja mezcla de emociones contradictorias: miedo, dependencia, identificación y afecto hacia el agresor. En términos generales, las víctimas comienzan a ver al secuestrador no solo como una amenaza, sino como una figura que proporciona
seguridad, aunque sea en un contexto de maltrato. Este fenómeno puede ser entendido como una adaptación del cerebro a una situación traumática, en la que la víctima busca preservar su bienestar emocional y físico.
A menudo, la víctima experimenta un proceso de disonancia cognitiva, en el que se enfrenta a una contradicción entre sus sentimientos de temor hacia el agresor y su necesidad de sobrevivir a través de la colaboración o la empatía con él. La tensión entre estos dos sentimientos puede llevar a la víctima a racionalizar el comportamiento del secuestrador, lo que hace que la relación de poder se vea distorsionada.
Desde la Perspectiva Freudiana
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ofreció una visión del comportamiento humano basada en el inconsciente y los mecanismos de defensa. Desde esta perspectiva, el síndrome de Estocolmo podría interpretarse como una manifestación de la identificación con el agresor, un proceso psíquico que Freud describió en el contexto de las relaciones familiares, especialmente entre padres e hijos. En situaciones de abuso o control, el niño puede identificarse con el agresor como una forma de reducir la ansiedad y la amenaza que representa la figura parental. Este fenómeno podría trasladarse al síndrome de Estocolmo en el sentido de que la
víctima, al estar en una situación de total vulnerabilidad, busca desarrollar una relación de apego con el secuestrador para protegerse de los efectos psicológicos del trauma. La identificación con el agresor se convierte en una estrategia de defensa que busca mantener el equilibrio emocional frente a la situación de peligro.
La Perspectiva Jungiana
Carl Jung, discípulo de Freud, desarrolló una teoría que se centraba en los arquetipos y los procesos de individuación del ser humano. Desde esta perspectiva, el síndrome de Estocolmo podría ser entendido como un conflicto entre los aspectos conscientes e inconscientes de la psique de la víctima. Jung enfatizaba la importancia de los símbolos y las experiencias que afectan a la psique colectiva. La relación con el agresor puede ser vista como una proyección del “sombra”, el aspecto oscuro e inconsciente de la personalidad.
En este contexto, el síndrome de Estocolmo se podría interpretar como un proceso de integración de la sombra, en el que la víctima comienza a asimilar los aspectos negativos del agresor en su propia psique. La proyección de los sentimientos de ira, desesperación o incluso el deseo de poder podría ser parte de un proceso de
confrontación interna que permite a la víctima reconciliarse con el trauma.
Desde la Perspectiva Gestáltica
La psicología gestáltica pone un énfasis particular en el aquí y ahora, la percepción y la necesidad de resolver conflictos internos. Según esta teoría, el síndrome de Estocolmo podría verse como una distorsión de la realidad en la que la víctima no es capaz de separar de manera adecuada la figura del agresor de sus propias necesidades emocionales.
Desde un enfoque gestáltico, la víctima podría ser vista como atrapada en un ciclo de “contacto” y “retirada” con el agresor. La necesidad de contacto humano y afecto podría llevar a la víctima a justificar el comportamiento del secuestrador como una forma de satisfacer esas necesidades emocionales, a pesar del daño que le causa. Esta
distorsión de la percepción es crucial en el síndrome de Estocolmo, ya que la víctima experimenta un choque entre sus emociones contradictorias.
Desde la Perspectiva Cognitivo-Conductual
Desde la teoría cognitivo-conductual, el síndrome de Estocolmo se puede analizar en términos de aprendizaje social y condicionamiento. La teoría sugiere que las víctimas aprenden a asociar el comportamiento de los secuestradores con la reducción de la amenaza, lo que lleva a un proceso de reforzamiento positivo. A lo largo del cautiverio, la víctima podría recibir señales contradictorias de agresión y protección, lo que refuerza el vínculo emocional con el agresor. Esta relación distorsionada puede llevar a la víctima a reinterpretar las acciones del secuestrador de manera positiva, minimizando la violencia y favoreciendo la identificación con el agresor.
En este contexto, el comportamiento de la víctima puede ser comprendido como una adaptación cognitiva, un mecanismo de supervivencia que se refuerza con el tiempo a través de la repetición de patrones emocionales y conductuales que se ven como necesarios para la protección.
Casos Históricos Relevantes
A lo largo de la historia, se han registrado diversos casos donde las víctimas han desarrollado el síndrome de Estocolmo en circunstancias extremas. Uno de los casos más conocidos es el secuestro de Patricia Hearst en 1974. Hearst, una heredera de un imperio mediático, fue secuestrada por el grupo terrorista Symbionese Liberation Army.
A pesar de ser secuestrada bajo amenaza de muerte, Hearst comenzó a colaborar con sus secuestradores y, eventualmente, participó en actividades criminales junto a ellos. Este caso fue uno de los primeros en llamar la atención pública sobre el fenómeno del síndrome de Estocolmo.
Otro caso significativo fue el de las víctimas del secuestro de las chicas de Ariel Castro en Cleveland, Ohio, en 2002. Tres mujeres fueron secuestradas y mantenidas cautivas durante años por Ariel Castro, un hombre que abusó física y psicológicamente de ellas. A pesar de las horribles condiciones a las que fueron sometidas, las víctimas llegaron a desarrollar una compleja relación con su captor, lo que, en muchos casos, les dificultó
la fuga.
Reflexiones Finales
El síndrome de Estocolmo nos invita a reflexionar sobre la complejidad de las relaciones humanas y cómo las personas, incluso en circunstancias de extrema adversidad, pueden desarrollar vínculos emocionales con sus agresores. A través de diversas perspectivas psicológicas, podemos entender cómo este fenómeno está
relacionado con procesos de adaptación, supervivencia y psicología profunda. Este trastorno pone en evidencia la vulnerabilidad humana frente a la autoridad y la necesidad de encontrar maneras de sobrevivir en situaciones de opresión. En última instancia, el síndrome de Estocolmo subraya la capacidad del ser humano para
encontrar significado y afecto, incluso en las circunstancias más oscuras, revelando tanto la fragilidad como la resiliencia de la psique humana.
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