La Guerra de la Mentira: Geopolítica y Medios contra Venezuela
“Los pueblos que se entregan, pierden hasta el derecho de llamarse pueblos.” RÓMULO GALLEGOS

Luis Semprún Jurado
El mesonero acababa de traer los cafés que ordenamos, cuando de pronto Anacleto me preguntó en voz baja: «¿Recuerda cuando escribió aquello de que “es muy común en los ignorantes juzgar apresuradamente y luego tener que pensar”… y del por qué para entender el presente se debe analizar el pasado?» Inmediatamente concurrieron a mi mente personajes de otras épocas, siniestros, que pasaron al basurero de la historia por su colaboración y participación en las causas de dificultades y necesidades de los pueblos que juraron proteger. Anacleto hizo una pausa, le puso azúcar al café que acababan de traer, me miró fijamente, se volteó hacia los camaradas y preguntó: «En el presente venezolano, ¿a qué personajes del pasado se asemejan quienes hoy ofrecen nuestra patria como pago por satisfacer sus ambiciones? ¿Quiénes son los vendepatrias de hoy? ¿Qué motivaba a aquellos y qué motiva a los de hoy? No debemos jamás olvidar que todo lo que cae bajo la influencia de los tiranos del norte, sufre toda clase de catástrofes no naturales. Y no me refiero a cómo quedó el futuro de naciones como Iraq, Libia o Siria, por nombrar algunas, luego del paso de la OTAN y que para garantizarles ‘democracia, libertad de prensa y derechos humanos’. ¿Cual futuro¡» Hizo una pausa para revolver el azúcar y continuó. «¡No! Me refiero a nuestra patria, asediada por la ambición de un grupúsculo de inescrupulosos a los que sólo les interesa tumbar al Presidente Obrero, obtener el poder y luego, para volver a llenar sus arcas, vender el país al mejor postor a precio de gallina flaca.» A algunos, el café sabía más amargo que la “verdad” que hoy nos quieren vender. «Anacleto, dime la verdad,» soltó el viejo periodista, con la voz encendida. «Aquí la gente dice que en Venezuela ya no se come, que eso es un desastre, una dictadura de película, un show de terror. Yo lo vi en el canal de noticias, lo vi en Netflix. ¿Será que uno está ciego?» Anacleto se sonrió. No de él, sino de la tragicomedia que nos han montado. Con un sorbo de café, lo miró a los ojos y le dijo: «Hijo, tú no estás ciego. Estás viendo la función que te pusieron. El problema es que el guion no lo escribiste tú, ni yo, ni la gente en la calle. Lo escribió un guionista de Hollywood con una chequera del Pentágono en la mano. Y ahí está el primer acto de esta obra. El investigador británico Alan MacLeod y el economista Mark Weisbrot, que a diferencia de los genios del imperio, usan la cabeza en vez de la fuerza, nos lo han dicho una y otra vez: los grandes medios no informan: crean, fabrican. Sí…, fabrican una realidad donde los datos económicos no son lo que son, sino lo que ellos necesitan que sean; exageran, mienten, tergiversan. ¿Para qué? Para vender la idea de que somos un "Estado fallido" que necesita que alguien venga a “salvarlo”.» De repente, el silencio en El Bohemio se podía cortar con tijeras. «Así como ustedes se quedaron en silencio, camaritas, ellos quieren al pueblo: en silencio; que la gente no quiera la verdad; que la gente quiera que le confirmen lo que ya le dijeron. Y si el vocero es una cara bonita en un noticiero, o el héroe de una serie de espías, “pues debe ser cierto”. ¿Cómo va a mentir un tipo con un apellido tan serio como el de "Jack Ryan"?» Desde el fondo del café se escucha decir: «Anacleto… tiene toda la razón. Soy parte de la red de brigadistas que defiende la soberanía en los barrios. Y no son películas lo que veo. Veo a la gente trabajando, construyendo, luchando. Ya entendimos que a los medios, les conviene que creamos que la única respuesta es la guerra. Pero nosotros, los que vivimos aquí, sabemos que la mejor respuesta es la paz, y para ello la mejor defensa es la organización, la comunidad. Es la guerra de la mentira contra la verdad. Y estamos listos para la batalla.» Anacleto asiente con la cabeza y retoma su monólogo, mirando al hombre que habló. «Claro, camarita. El problema no es si la gente sufre o no, el problema es que alguien se hizo dueño del sufrimiento, lo patentó. Y lo vende para justificar un bloqueo, una sanción, o una bala. Nos han vendido la idea de que la realidad es un desastre, para que nos acostumbremos a la idea de que la solución debe venir de afuera. Y ese "alguien" no es un doctor ni un ingeniero. Es un mercenario, un político, un cowboy de corbata, un tipo con los ojos puestos en la tierra y la boca llena de promesas; uno de esos que se arrastran hasta las oficinas de Narco Rubio, en Miami, a pedirle que apriete más, que sancione más, que bloquee más.» La profesora, desde la mesa de la esquina interviene con vehemencia. «Anacleto, lo que usted dice de Narco Rubio es la pura verdad. El negocio es muy claro: él piensa que si daña a Venezuela, daña a Cuba. Para él, somos un apéndice de la isla. Que si nos arrodillamos, la isla se cae. Y es un error de cálculo monumental. Él solo ve a Cuba en el espejo. Se ha obsesionado con dañar a un pueblo para dañar a otro. Y en el proceso, se ha convertido en una caricatura de la política, una marioneta que baila al son del complejo militar industrial y los intereses de las empresas de petróleo.» Anacleto se acomoda en la silla, con una sonrisa enigmática. Se dirige a la mujer que habló, asintiendo. «Exacto, mi apreciada profesora. Y claro, el tal Narco Rubio, que apenas sabe dónde está Venezuela en el mapa por un informe de la CIA, se presta. ¿Por qué? Porque a él no le duele el hambre del venezolano. A él le duele no tener acceso al petróleo y al gas. Así de simple. Es un negocio, no una cruzada humanitaria.» Anacleto trata de hacer aros con el humo que exhala y agrega: «Y luego están los profetas de la oposición, los de siempre, los maricorinistas. Llevan más de veinte años con el mismo disco rayado: "esta vez sí, esta vez sí, ahora viene el cambio, ahora sí se derrumba el gobierno." Y el tiempo pasa, y ellos siguen en su laberinto de fracasos, y el único "cambio" que traen es la frustración de la gente que se come sus mentiras. Y es que el mantra de la señora, "todo lo que yo prometo pasará", es más un conjuro de bruja que una estrategia política. ¿Qué les prometió? ¿Un paraíso sin sanciones? Lleva fracasando por más de dos décadas y por ironías de la vida, las sanciones son lo único que ella ha logrado.» Anacleto se levanta, toma su taza, se acerca a la ventana del café, y suelta una reflexión. «El guion es el de siempre. La historia del gigante que aplasta al pequeño para "ayudarlo". Pero hay un problema, hay un problema grande en su guion: no pueden controlar todas las voces. Y cuando la gente se da cuenta de que la película que ve en la pantalla no es la misma que la que vive en la calle, el hechizo se rompe, y la magia de Hollywood se convierte en la risa del pueblo. Y cuando la presencia de los aliados frena el desenfreno de quienes pretenden agredir, entonces salen con la comiquita de “debemos charlar, si debemos negociar”, “no es un cambio de régimen lo que buscamos” y otra sarta de mentiras más. La clave es que no debemos dejar que nos quiten las preguntas; que no nos quiten la duda; que no nos quiten el poder de desenmascarar el show.» Encendió un cigarrillo y luego de exhalar el humo, y con cierta nostalgia, comentó: «Recuerdo al escritor uruguayo, ese gigante de las palabras, Eduardo Galeano, que una vez escribió: "Los medios masivos de comunicación te ofrecen el mundo de tal manera que ya no te dejan preguntas, te dan respuestas. Un periodista tiene que ser un preguntador, no un respondedor. Por eso, el poder no quiere periodistas, quiere empleados que confirmen lo que ya ha dicho el poder." Por eso, mientras el poder siga inventando mentiras, el pueblo seguirá viviendo su propia verdad.» Apuró el café ya frío, dejó que el humo del cigarrillo se alzara en espiral y, mirando por la ventana, dijo con voz grave: «Camaritas, García Márquez lo advirtió con la lucidez de los grandes: la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más duradera que la verdad. Esa es la mercancía que hoy nos venden, envuelta en titulares y discursos. Y el problema no es que ellos mientan; el verdadero problema es que nosotros terminemos repitiendo sus mentiras hasta creerlas propias. Ahí empieza la derrota.» El silencio se hizo pesado en El Bohemio. Nadie osaba romperlo. Anacleto levantó el dedo, como quien dicta sentencia: «Si permitimos que el imperio nos robe la duda, si dejamos que nos quiten la memoria, ya no hará falta que disparen un cañón. Por eso lo repito: la primera trinchera no está en los cuarteles ni en las fronteras; está en la conciencia. Que no nos roben la verdad. Que no nos conviertan en actores secundarios de su guión. Porque un pueblo que defiende su verdad es, aunque lo quieran negar, indestructible.»
La Geopolítica de la Agresión: La estrategia es muy clara: el ataque contra Venezuela es el de siempre y opera simultáneamente en tres escenarios, según análisis de defensa regional: 1. Económico: Las Sanciones impuestas unilateralmente, para agobiar al pueblo; 2. Psicológico: La Guerra de la Información (medios, cine) para desmoralizar y deslegitimar, creando un “verdad artificial” y un caos inexistente y 3. Militar: La Amenaza de Invasión y el despliegue naval en el Caribe. Esta triple ofensiva busca el colapso, no la negociación. Ante esto, la respuesta es la conciencia histórica: "Yo vi la guerra de Vietnam... y recuerdo que el pueblo vietnamita, humilde y con bambú, le ganó a la potencia más grande del mundo. ¿Por qué? Porque un pueblo de paz, pero armado, es invencible. Y los venezolanos somos como los vietnamitas. Listos para resistir el tiempo que sea necesario, como dignos hijos de Bolívar y de Chávez. "El que se rinde, es porque no tiene patria.”
MARCO RUBIO: El Negocio del Bloqueo y el Veto Cubano - El llamado "Narco Rubio", “político” de origen cubano, no es un actor local, sino un operador del complejo militar-industrial y los intereses petroleros. Para estas élites, Venezuela es un botín, no una nación. No les importa la democracia, no les importa la gente. Por eso no les importa si los pobres sufren, si los hospitales no tienen medicinas o si los bancos no tienen dinero. Ellos solo ven petróleo, y si para llevárselo tienen que usar una película de Hollywood, lo hacen. Si tienen que usar un bloqueo criminal, lo hacen. Si tienen que usar una guerra, lo hacen. García Márquez opinaría con su: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.” Su interés va más allá del crudo venezolano; está atado a una obsesión histórica por la política de Cuba. Rubio cree que si se asfixia a Venezuela, se asfixia al gran aliado caribeño. Esta tesis de dominó ignora la soberanía y la dignidad de ambos pueblos, reduciéndolos a piezas de ajedrez. Cada sanción solicitada por Rubio no busca la "democracia," sino el sufrimiento para justificar la venta de recursos. En su afán por castigar a La Habana, termina castigando al pueblo de Caracas, demostrando que su agenda es ajena a cualquier interés nacional. Él es uno de los que apoya que el gobierno de EEUU financie el genocidio en Gaza. Siempre es lo mismo: ‘que el bloqueo se justifique’, ‘que la miseria aumente’. Y el pueblo que se joda.”
EL CONJURO DE LA OPOSICIÓN: Un Mantra de 20 Años sin Éxito. La constante repetición del mantra opositor –"esta vez sí, ahora viene el cambio, todo lo que yo prometo pasará"– ha perdido credibilidad tras más de dos décadas de fracaso continuado. El único "logro" tangible de esta facción no ha sido la construcción de una alternativa política, sino la acumulación de medidas coercitivas. La estrategia de "tanto peor, mejor" (agravar la crisis para forzar una intervención) ha resultado en la frustración de sus propios seguidores y ha afianzado la idea de que su principal motor no es la gobernabilidad, sino la subordinación a intereses foráneos. Su promesa de paraíso sin sanciones es irónica, pues las sanciones son lo único que han podido materializar con éxito. Como afirmó Tolstoi: “La verdadera fuerza de un gobierno se mide por la resistencia de su pueblo, no por la fragilidad de sus promesas.
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