San Bernardino fue, pero ya no es
Hoy, día del publicista y de la radio, está regido, según el Santoral por el patrono San Bernardino...si tienes tiempo para una lectura en dos entregas, ahí vamos con esta crónica acerca de la creación del histórico sector caraqueño. Espero te agrade y que queden aportes.
Luis Carlucho Martín
Lo que nació como un híbrido de ideas progresistas para poblar una privilegiada zona caraqueña con el menor impacto sobre la naturaleza y brindando comodidades y novedades a sus habitantes, pertenecientes a la emergente clase media de esa Caracas que pasaba de rural a petrolera, hoy es apenas un dibujo de horror de lo que pretendió ser, tanto en el plano arquitectónico, habitacional y comercial, como en el interpersonal.
Tanto así que, duélale a quien le duela, la presente crónica, presentada en dos entregas, lamentablemente no puede titularse de otra manera más que “San Bernardino fue, pero ya no es”.
Rico, sí, pero no tanto
San Bernardino nace como producto de una interesante variación de perspectivas para innovar en aquella creciente ciudad de inicios del siglo XX. Allí, posiblemente iría a establecerse ese nuevo caraqueño con cierto poder adquisitivo para aspirar a algo mejor que lo colonial del centro, pero no tan cómodo, ni tan estrambótico, ni tan caro como El Paraíso, el Country Club o La Florida.
Una arquitectura basada en la llamada escuela hausmaniana, expuesta por el prestigiado francés Maurice Rotival, encargado de llevar adelante gran parte de la modernización del nuevo proyecto de ciudad. Pero, además, había que respetar lo estético y lo natural que brindaba aquel paradisíaco paisaje enclavado en la vieja hacienda cafetalera de la familia Vollmer.
En asociación con otras familias acaudaladas de la época, como los Gamboa, los Blanco Uztáriz y los Machado, los proyectos arquitectónicos para la ocupación urbana del lugar fueron cocinando ideas y se pasó de la idea a la realidad. Más adelante, hubo que agregar la tan demandada vivienda plurifamiliar, que exigía o proponía la nueva población que llegó al lugar procedente de Europa, huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
Al estilo Vollmer
Lo que dio origen al nacimiento de San Bernardino como proyecto, a partir de 1897, fue en realidad la valoración capitalista de la familia Vollmer (dueños de la hacienda donde luego se fundó el urbanismo) con respecto al valor de la tierra, con más precio y aprecio del terreno para la construcción que para la producción agrícola. ¿Se entendió?
De lo deportivo a lo social
Se imprimió mucha vida al sector. Desde lo deportivo hasta lo social y lo político. Allí nace el primer club deportivo registrado en el país, el club Atlético San Bernardino. El primer equipo de fútbol es el San Bernardino. Son génesis de la primera rivalidad de beisbol entre Vargas de La Guaira y San Bernardino de Caracas, en su estadio que luego se llamó Brooklyn de Sarría (porque estaba en los linderos del este con esa zona).
Allí, en 1902, Cipriano Castro inauguró –extraoficialmente– sus Juegos Olímpicos: 100 metros planos, salto con garrocha, salto alto, salto largo, tiro al pichón y partidos de beisbol.
Era una zona muy atractiva. Y si a ello si sumaba su cercanía con el centro de la ciudad más todas las bondades naturales, como vegetación, fauna, clima, el Ávila (Guaraira Repano) y sus quebradas, resultaba irresistible.
Reordenamiento pequeñoburgués
Los nuevos habitantes eran gente con cierto poder adquisitivo, clase en la que un automóvil estaba entre lo necesario y lo suntuoso. Una Caracas en crecimiento requería nuevas formas de viviendas, con mayor población en el menor espacio posible; y sin llegar a la sobrepoblación, se necesitó ampliar unas vías y construir otras para asegurar mayor afluencia.
Por ello, las avenidas Urdaneta y su continuidad: la Andrés Bello, pasaron a tener un doble rol: vías de comunicación y zona limítrofe de la naciente urbe.
Como el proyecto era en serio y en grande –y arrancó con bastante dinero–, se planificó para respetar el ornato, el pulmón y las quebradas provenientes del gran cerro norteño; todo en beneficio de los nuevos habitantes, quienes además demandarían servicios como salud, abastecimiento y recreación.
Servicios y esparcimiento
Nacen así establecimientos y lugares para satisfacer necesidades básicas como salud y recreación. Se construyen la Policlínica Caracas, la plaza La Estrella y sus venados, o más adelante en el tiempo el edificio de la Electricidad de Caracas. San Bernardino hizo espacios para el Centro Médico y anexos, la Maternidad Santa Ana, el Hospital de Niños JM de Los Ríos, el Instituto de Otorrinolaringología y otros centros de salud, en su gran mayoría de carácter privado.
El Hotel Ávila, erigido en terrenos de Rockefeller, en lo que inicialmente se había planificado como sede del Palacio de Gobierno, fue célebre por sus vistosos carnavales, que congregaban a la clase alta y a los políticos de entonces. Además, el Hotel Potomac, que ganó centimetraje de prensa porque de allí secuestraron al futbolista del Real Madrid Alfredo Di Stéfano, en 1963...
Parte 2
De San Bernardino a San Malandrino…
La palabra era caché. Estar cerquita del centro y vivir con clima agradable, en grandes casas con ciertas comodidades que rozan con el lujo, o en espaciosos apartamentos de edificios de escasos pisos, con amplias avenidas. Un manjar como para no fallarlo. Una suerte de miniciudad que con su crecimiento y su demanda se fue poblando de muchas clínicas, laboratorios de salud, discotecas, una importante emisora radial, el YMCA, liceos, colegios exclusivos para ciertas clases y ciertas creencias religiosas, iglesias, centros veterinarios y hasta centros comerciales… Hasta ahí esta historia parece normal.
Se vendía solo
La publicidad para vender las propiedades en la zona decía: “A solo diez minutos de la Plaza Bolívar se ofrece como un inmenso abanico de avenidas sin perspectivas de gran metrópolis”.
Incluso, el ideólogo que pasó de la maqueta al cemento sus ideas, Maurice Rotival, afirmó en referencia a su ciudad hija, San Bernardino: “Tiene algo de Nueva York entre un gobelino tropical de árboles y flores, sobre el cual domina una soberbia belleza del Ávila. Más que un barrio residencial es una ciudad, una gran ciudad moderna”.
Pero planificadores, autoridades, constructores, gobiernos, habitantes, vecinos y el lobo feroz se quedaron cortos y, quizás, impávidos ante el vertiginoso crecimiento que no respetó leyes de urbanismo, de protección a la flora y a la fauna ni ordenanzas ambientalistas, y muy rápido se perdieron los linderos, las maneras de ser, el respeto, la privacidad, el atrapante silencio de lo natural y lo mágico de aquel San Bernardino
De modelo a lo común
Además de los hoteles Ávila (1943), Ástor y Potomac, en San Bernardino, con muestra influencia del estilo Le Corbusier siguió el crecimiento: Centro Médico (1951), el edificio sede de la transnacional Shell (actual sede de la Comandancia de la Marina de Guerra), el edificio Titania y sedes de embajadas y consulados como los del Reino Unido, República Árabe Unida y Colombia.
Entre tanto concreto hecho, modernidad y comodidad, sobrevive un cono de la construcción colonial en el país, la famosa Quinta de Anauco, que hoy es patrimonio histórico y cultural.
Crecimiento desbordado
Ese moneymaker que se volvió San Bernardino para quienes negociaron con sus terrenos y propiedades desbordó los límites de la avaricia y quién sabe de qué otros pecados, pero al final sufrió el urbanismo, sus habitantes, el ambiente, la seguridad y Caracas, en general... y como siempre, ganó el lobo feroz.
Esa trampa de bueno, bonito y barato, siempre sale al final. En San Bernardino la trampa significó que su atractivo abrió paso a un nuevo habitante que desbordó por el noroeste desde San José y Cotiza; así como por el noreste desde Sarría, incluso por el sureste desde El Conde, y se perdieron los límites. Se generó eso que los sociólogos, después de tan concienzudos estudios llaman súper población.
La familia eraso
Se descuidó todo lo referente a las orillas de la sagrada quebrada Anauco y emergieron unas viviendas que no estaban ni en el plan de Rotival, ni en el estilo Le Corbusier.
La acaudalada familia Eraso cedió sus terrenos y hoy en su suelo palpita uno de los barrios más emblemáticos de la actual Caracas guerrera, que en nada se parece a lo prometido en aquella publicidad inicial de bienes y raíces.
Se generó un tipo de vivienda, que inicialmente ni se notaba, quizás camuflada o inadvertida gracias los bambúes, bucares y ceibas que aún daban sombra en las caídas de agua que bajaban claras desde el Guaraira Repano.
Wikipedia solo habla de Los Erasos, Fermín Toro y Humboldt, como barrios de San Bernardino, la realidad habla de un crecimiento incontrolable que abarrota los servicios y hace la vida no tan cómoda como antes, porque contrasta desde lo arquitectónico hasta lo cultural. Se creció en cantidad, sin previsiones y los servicios ya no alcanzan.
El rancho va por dentro
El hábito no hace al monje, dice un viejo dicho. Y es así. Usted, amigo lector, puede vestirse de seda y quizás mono se queda. A San Bernardino ni lo enriquece ni empobrece un multimillonario o un habitante de la más baja clase social. Lo perjudica el irrespeto a normas y ordenanzas, así como al lógico trato humano para convivir.
Para acabar con San Malandrino hay que vencer el miedo, dar la batalla, denunciar, y sobre todo a dar el ejemplo.
Tan malandro es el “hijito de papá” que anda en moto por las aceras y que se droga porque hay dinero para sacarlo en tiempo récord, como el que invade una propiedad o como el que sube su moto en el ascensor de la Misión Vivienda.
Quien hoy pasea por San Bernardino, se verá preso entre rejas y balancines de seguridad, y quizás por el ruido de motos carros se perderá el trinar de arrendajos o guacharacas que se niegan a huir.
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El Pepazo