«Desde hace años siento que no soy la misma persona». Es un problema de mujeres; son quienes llenan mayormente las consultas de nutricionistas y expertos en salud digestiva buscando respuestas al mal de nuestro tiempo, el SIBO, un trastorno que te condiciona la vida. Y ante el que muchos especialistas aún son escépticos.
Duro como una piedra. Llevo así dos años y no puedo seguir comiendo lo que como porque me voy a buscar un problema. He probado todo tipo de nutricionistas, de digestivos, de antibióticos, dietas…, de todo, como cuatro cosas en mi día a día, ¿podéis explicarme por qué esto sigue así?». La influencer María Segarra señala y muestra su abdomen en su cuenta de Instagram mientras dice estas palabras. Está delgadísima, pero su tripa parece la de un embarazo de varios meses. «Desde hace dos años siento que no soy la misma persona que era, no descanso bien, no como bien, no voy al baño bien, no disfruto de la comida, no tengo ánimos. A veces, de repente, me pongo mal y me dan ganas de largarme corriendo de donde estoy e irme a casa, pero no lo hago porque esta enfermedad no va a quitarme más cosas de las que ya me ha quitado». Se refiere al SIBO, un problema que le diagnosticaron dos años atrás y que en estos momentos es uno de los principales motivos de consulta para nutricionistas y especialistas en aparato digestivo.
Porque el SIBO, siglas que identifican un sobre crecimiento de bacterias ‘malas’ en el intestino delgado, ha entrado de lleno en nuestro día a día por obra y gracia de las redes sociales. Se ha puesto de moda. Hasta el punto de que prácticamente todos conocemos ya a alguien que lidia con los síntomas que provoca. Sobre todo una mujer, porque este mal se escribe en femenino: el SIBO afecta aproximadamente al 15% de la población española, especialmente a mujeres de entre 30 y 50 años, según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.
Y últimamente está presente en casi todas las conversaciones. Tanto es así, que la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) y la Asociación Española de Neurogastroenterología y Motilidad (ASENEM) acaban de firmar un informe para posicionarse sobre el tema. Publicado en la ‘Revista Española de Enfermedades Digestivas’, sugiere, según la evidencia clínica disponible, que la mayor parte de quienes experimentan síntomas como distensión abdominal, meteorismo, flatulencia, diarrea intermitente y otras molestias abdominales, no deben atribuirlo al SIBO, porque no lo sufren.
Lo que no quiere decir que no exista. El SIBO complica la vida, y mucho, a quien sí lo padece. Entre otras, a Esther Gómez (@mienfermerafavorita), que a pesar de sus acreditados conocimientos en el mundo de la salud ha tenido que lidiar con el escepticismo de los profesionales sanitarios a los que acudía buscando respuestas cuando se dio cuenta de que sus problemas gastrointestinales estaban fuera de lo normal. «Incluso siendo enfermera, me he sentido muy incomprendida como paciente. A veces hasta he pensado que me pasaba algo más grave, porque sabía que esto no iba bien, pero nadie me daba una respuesta, incluso me decían que no me pasaba nada. Es tremendamente desalentador», recuerda.
A Esther le diagnosticaron SIBO hace un par de años y actualmente está en tratamiento. «Los síntomas son muy desagradables y te condicionan la vida, lo he pasado realmente mal. Además de la distensión abdominal y de ese momento de no poder abrocharte el pantalón, tienes dolores muy fuertes de tripa y necesitas ir con urgencia al baño. Al final evitas comer fuera de casa, o si lo haces calculas dónde ir para no alejarte mucho, porque sabes que media hora después te vas a encontrar fatal. En casa también es más fácil controlar lo que tomas; yo notaba que algunos alimentos me sentaban especialmente mal». En su caso, los lácteos, el gluten, las grasas procesadas… «No sé si han sido la causa, pero desde luego han empeorado la patología. También el estrés, el sueño y las prisas». Porque no es sólo lo que comemos, sino cómo lo hacemos: «Tomar un sándwich de pie o mientras hablas por teléfono porque estás en una reunión, no ayuda», añade.
En cualquier caso, el SIBO no es nuevo. Cuando nadie hablaba de ello y en los hospitales era un mal prácticamente desconocido, la nutricionista Blanca García-Orea Haro (@blancanutri) ya era una experta en la materia, una de las primeras; lleva más de una década investigándolo. «No es que antes no existiera y ahora sí. Se trata de una crisis intestinal que responde a unos malos hábitos de vida, a comer y dormir mal, a no saber gestionar el estrés y consumir tóxicos como alcohol y tabaco…», explica. Es el resumen de nuestra forma de vivir, «el pan de cada día de nuestra sociedad. Hay médicos que siguen diciendo que no existe, pero cada vez son menos», añade.
Que el SIBO se haya hecho viral en TikTok no ayuda a que los profesionales sanitarios le den la importancia que merece. El autodiagnóstico, gracias a la facilidad para acceder a las pruebas -un sencillo test de aliento que se adquiere sin receta en farmacias y a través de internet por unos 70 euros-, tampoco. «Te encuentras con pacientes que llegan a consulta pidiendo directamente un test SIBO. Y eso no puede ser así, hay que poner un límite, porque la hinchazón de tripa es algo fisiológico, otra cosa es que produzca una afectación en el día a día», interviene otra gran experta en esta patología, Silvia Gómez Senent, especialista en Aparato Digestivo en el Hospital La Paz y autora del libro ‘Universo microbiota’ (ed. Plataforma Actual). La doctora insiste en el peligro de los falsos positivos que pueden arrojar esos populares, y virales, test de aliento: «Son pruebas que requieren una preparación adecuada que no todo el mundo hace, y que también necesitan ser interpretadas por un profesional de la salud. No es lo mismo que utilizar un test de Covid, que no deja lugar a dudar, con el SIBO no es tan fácil, aunque lo parezca».
De hecho, esos test detectan dos tipos de gases: hidrógeno y metano, «pero ahora sabemos que en el SIBO intervienen tres», alerta también Blanca García-Orea sobre el autodiagnóstico. No obstante, y modas aparte, «lo cierto es que ahora este trastorno se diagnostica más y de mejor manera. Por eso es mucho más frecuente de lo que se pensaba», insiste. Por eso está tan extendido.
SIBO, un trastorno de mujeres
Con 18 años de experiencia a su espalda, la doctora Silvia Gómez Senent también lleva más de una década investigando y tratando el SIBO. «Es verdad que afecta más a las mujeres, en un porcentaje de un 65%», asegura. Simplemente por un motivo: «El sobrecrecimiento bacteriano es la consecuencia de algo que pasa en nuestro cuerpo que hace que las bacterias del intestino grueso y del colon migren al intestino delgado y comiencen a dar síntomas. Y la causa más habitual de esto es un trastorno funcional del intestino grueso, cosa mucho más frecuente en mujeres», explica la doctora.
Como casi siempre, también es una cuestión hormonal, «depende de la cantidad de estrógenos y progesterona. En este sentido, los desajustes asociados a la regla modifican la microbiota y esto puede favorecer el sobrecrecimiento de las bacterias», añade Gómez Senent. El hipotiroidismo, un problema muy asociado también a la menopausia; el estreñimiento y un tránsito intestinal lento ayudan a que seamos más propensas. «Ahora mismo se nos diagnostica mayoritariamente a nosotras, en una proporción mucho más elevada. Además, el SIBO que suele afectar a los hombres es el de hidrógeno, mucho más fácil de tratar. Y es cierto que a ellos les preocupan menos los síntomas», añade Blanca García-Orea.
Síntomas de SIBO
¿Cuáles son esos síntomas? «Cuando esas bacterias que normalmente están presentes en el colon o el intestino grueso colonizan el intestino delgado, aumentan la producción de gas. Al mismo tiempo, se produce la inflamación de las vellosidades, lo que implica una malabsorción de los nutrientes y esto, a su vez, favorece el desarrollo de más bacterias», explica el doctor José María Alberdi, jefe del Servicio de Aparato Digestivo de los hospitales universitarios Sanitas La Moraleja y Virgen del Mar, que estima que el porcentaje de afectados por SIBO puede aumentar hasta un 70% en caso de que se sufran otros problemas digestivos, «como la enfermedad inflamatoria intestinal o celiaquía». El SIBO es lo que da la cara, pero puede haber una causa subyacente, entre otras, el síndrome del intestino irritable.
¿Y cómo podemos diferenciarlo de un simple dolor de tripa? «Que nos hinchemos después de comer y luego desaparezca es algo normal», dice la doctora Gómez Senent, lo que debe ponernos en aviso es que esto «se repita de forma habitual por lo menos durante tres meses y que venga acompañado de algún otro síntoma, por ejemplo, que empieces a notar que algunos alimentos ya no te sientan bien o que cambien tus hábitos a la hora de ir al baño y sufras mucho estreñimiento o, al contrario, diarrea. Es lo más característico».
Pero no lo único. Aunque depende de cómo afecte a cada persona, el SIBO no sólo provoca los típicos síntomas digestivos -además de los anteriores, «distensión abdominal, gases, digestión pesada, acidez, reflujo…», enumera García-Orea-, también otros más complicados de asociar. «En los casos más graves, junto a lo anterior puede provocar niebla mental, alteraciones en la piel, dificultad para perder o ganar peso, encías inflamadas, halitosis, acné o erupciones cutáneas, fatiga, problemas de memoria, dolores de cabeza, dolor corporal articular u óseo, pérdida de atención o de concentración, debilidad en las uñas y en el cabello, trastornos hormonales… Es muy típico que se produzca un déficit de vitaminas, sobre todo B12, D y ácido fólico, y de minerales, especialmente de hierro «, afirma la experta.
Cómo tratarlo
El tratamiento contra el SIBO es antibiótico, normalmente durante 15 días, y debe ir «acompañado con probióticos para restablecer la flora bacteriana y la microbiota», apunta la doctora Gómez Senent. Pero el éxito dependerá en último caso «de tratar la causa que lo provoca; si no, volverá a aparecer». Es el problema más habitual, «las recidivas», insiste García-Orea. Evitarlas, explica, requiere algunos cambios en la alimentación. «No se puede tratar si no llevas a la par una dieta que te que te ayude a desinflamar», avisa. En su consulta recomienda también «los antibióticos herbáceos, porque respetan más la salud de la microbiota y pueden mantenerse en el tiempo, a largo plazo. En cuanto empiezas un tratamiento, se mejora muchísimo y muy rápido».
Dieta baja en Foodmaps contra el SIBO
Sin un cambio de alimentación, no hay tratamiento que valga a la hora de librarse del SIBO: «Mejorarás, pero a los seis meses volverás a estar igual», asegura Blanca García-Orea. La dieta baja en Foodmap (Fermentable Oligosacáridos Disacáridos Monosacáridos y Polioles), es decir, aquella que incluye pocos carbohidratos fermentables, es la más específica para tratarlo y la que más se recomienda. Beneficia «porque limita los alimentos ricos en componentes que pueden fermentarse en el intestino delgado, que son los que provocan los síntomas gastrointestinales. Al limitar estos alimentos, se reduce la fermentación bacteriana y, por tanto, disminuyen los síntomas», asegura Luciano García, médico de BluaU de Sanitas. No obstante, avisa, no es apropiada para todos los casos, porque hay quien «tolera ciertos alimentos ricos en estos componentes sin experimentar síntomas significativos». Y en esos casos es mejor no quitarlos.
Tampoco es una dieta que deba mantenerse en el tiempo, porque «quitamos las fibras de las que se alimentan nuestras bacterias, también las buenas», afirma Blanca García-Orea. «En general, se recomienda seguir una fase de eliminación de alimentos de aproximadamente 2 a 6 semanas. Después, habrá que volver a introducirlos gradualmente, para identificar cuáles desencadenan los síntomas», explica Sara Rueda, nutricionista de BluaU de Sanitas. Es cuando llega la fase de personalización, donde la dieta se adapta a cada persona. Lo más habitual también es retirar «la lactosa y el gluten, que normalmente no se toleran bien cuando se tiene SIBO», añade García-Orea.
¿Cuáles son los peores alimentos si tienes SIBO?
«Aquellos ricos en carbohidratos fermentables, lo que incluye alimentos como manzana, pera, cebolla, ajo, puerro, lácteos como leche y yogur, legumbres como lentejas y garbanzos, y cereales como el trigo y el centeno», dice Sara Rueda. Consumirlos puede provocar hinchazón, gases, distensión abdominal, estreñimiento, diarrea…, aunque depende de cada persona y de la gravedad de su SIBO.
¿Y los recomendados?
Lo más indicado, responde Rueda, son las «proteínas magras, como pescado y aves sin piel, junto con verduras de hoja verde, por ejemplo espinacas y canónigos, que son ricos en vitaminas y minerales». Además, se recomiendan vegetales como «zanahorias y calabacines, y frutas como kiwis, mandarinas y frutos rojos. Incorporar grasas saludables, como aceite de oliva virgen extra y aguacates, junto con carbohidratos como arroz y quinoa, puede proporcionar energía sin empeorar los síntomas», añade.
Cómo aliviar los síntomas del SIBO
«La mejor forma de prevenir el SIBO es tener un buen control de los factores que lo favorecen», asegura el doctor José María Alberdi, que señala los siguientes:
- Disminuir el uso de fármacos que ralentizan el tránsito intestinal, como las benzodiacepinas o los opiáceos, y también de aquellos que disminuyen la acidez gástrica, tipo Omeprazol.
- Mantener un control estricto de aquellas enfermedades que pueden ralentizar el tránsito intestinal, como la diabetes.
- Se puede seguir un tratamiento preventivo con ciclos de antibióticos en pacientes con varios episodios al año de SIBO y con algún defecto anatómico, como cirugías previas o divertículos de intestino delgado.
- También puede ayudar el uso de medicamentos procinéticos, aquellos que mejoran el tránsito intestinal, siempre bajo supervisión de un especialista.
La delgada línea roja del SIBO
«Realmente, existe una línea roja muy finita entre un SIBO y otros muchos trastornos digestivos, y el tratamiento para todos ellos es totalmente diferente», advierte la doctora Gómez Senent, que pone sobre la mesa un último mensaje: «Está clarísimo que cada vez hay más casos de adolescentes con problemas digestivos e intolerancias. Y muchas veces es algo que ellas mismas provocan quitándose alimentos sin ninguna razón que lo justifique. Es lo que más me preocupa».
Aquí, volvemos al principio: la presencia del SIBO en las redes sociales no ayuda. «Las chicas, muchas casi adolescentes, soplan durante 15-20 minutos tras comprar un test on line, y si la curva indica un positivo, empiezan a restringirse alimentos sin ninguna supervisión médica. Quieren verse bien, sin tripa, pero no es la forma, al contrario, hacer eso sólo puede complicar las cosas», concluye Gómez Senent.
El Pepazo/El Mundo