Silvestre Ovalles
Amazonas – Venezuela
Saludos asiduos lectores de esta columna, luego de una pausa obligada por actividades académicas, retomamos esta ventana para aportar al debate político y a la formación de los más jóvenes y los no tanto. Entre los términos que he conseguido, en este afán de lo que he denominado alfabetización política, me hizo mucho ruido el término colonialidad; y, por estar finalizando la semana conmemorativa de la resistencia indígena, me parece pertinente entonces plantearlo el día de hoy.
En la definición más llana, la colonialidad, es lo que continúa de manera subjetiva y práctica, de nuestro pasado colonial, lo que permanece en nuestras vidas; aquellos aspectos que no variaron con nuestro proceso de independencia y que hasta la fecha le sigue dando características coloniales a las relaciones humanas, a lo social, cultural, el saber y el poder.
Entre los elementos más resaltantes de la colonialidad están algunos terminos que hemos asociado cotidianamente a situaciones, cosas o personas; es decir, que el lenguaje es donde se visualiza de manera más inmediata la herencia colonial, lo que es una consecuencia lógica de utilizar el idioma de la potencia que nos invadió hace 531 años.
Sin embargo, como habitantes conscientes de un país que atraviesa un proceso de transformación social, llamado Revolución Bolivariana, (doctrinariamente antiimperialista) es necesario y urgente ir a un proceso de resignificación de términos, a la construcción de palabras y definiciones qué se correspondan con la propia realidad, a la construcción de un léxico emancipador.
Con motivo de la conmemoración histórica del pasado jueves 12, volvieron a aflorar términos como raza, descubrimiento, indios; muchas veces provenientes de voceros nuestros, que aún no asumen que Colón, era un contratista de la corona en funciones de conquistador, que andaba perdido buscando las indias orientales y que tropezó con nosotros, y buscando justificar ante la corona el error que cometió, como navegante mediocre acompañado de bandidos; nos llamó «indios».
Luego las estructuras de poder colonialistas empezaron a separarnos por raza, a importar humanos de África a los que llamaron negros y a discriminarse ellos mismos, entre blancos peninsulares y blancos criollos. Nos dividieron con el fin de preservar el poder, y nosotros, los venezolanos, rebeldes como siempre nos mestizamos y superamos la carga despectiva de la palabra «negro», más no así de la palabra «indio», qué aun se utilizada de manera peyorativa para referirse a nuestros pueblos indígenas.
Pero la colonialidad no solo es idiomática, también la religión nos fue legada por el invasor, que nos trajo el catolicismo de los reyes que les financiaron, imponiendolo a sangre y a fuego, para someter por medio del miedo; miedo al hombre blanco que portaba la cruz y medio al recién descubierto «infierno» que no existía en nuestros pueblos originarios. ¿Han escuchado la frase «El que paga manda»? Bueno, mandaron la ley, la religión y el idioma y se llevaron vidas, perlas y cuanta cosa de valor pudieron cargar.
Luego del proceso de independencia Latinoamericano, el colonialismo mutó; a la ya incipiente dominación del capital, las deudas contraídas de la guerra de independencia, se le sumó la aparición del petróleo y los medios de comunicación. Con estos llegaron las transnacionales gringas a imponer el American Way of Life y a venderlo masivamente, trajeron un sin fin de productos, para promover el consumo y modificar nuestra cultura.
Ante el dominio eclesiastico de Roma y el proteccionismo primero inglés y luego yankee, llegaron también todas las corrientes cristianas del protestantismo; todo género de iglesias que recaudaron fieles y fondos a manos llenas a través de la televisión y de sus misioneros; unas más dogmáticas que otras, pero todas ofreciendo la salvación de aquel infierno desconocido que trajo el invasor.
Por otra parte está el capital mundial, controlado por unas pocas familias judías de origen europeo; sionistas, que controlan la reserva federal norteamericana y la mayoría de los bancos centrales del mundo; Estos además del poderío financiero y militar, controlan a las corporaciones mediáticas, a aquellos medios de comunicación que recaudaron fondos por medio de la supuesta evangelización para incrementar el capital y agrupar a la población en torno a una doctrina.
Estos mismos fieles protestantes (vaya mi respeto a sus creencias pero debo plantear la realidad) han aparecido desde Venezuela Estos últimos días, defendiendo furibundamente y apoyando al estado criminal sionista israelí en su masacre genocida contra Palestina. Esto no es casual, ha sido gente preparada para la defensa de este ataque colonialista continuado; han sido, desde hace muchos años, adoctrinados, por medio de la manipulación histórica de lo registrado en los «libros sagrados». Esta manipulación ha sido a través de los medios qué controlan los dueños del capital, es decir los judeosionistas. Aún hoy, 53 décadas después, «El que paga manda».
El colonialismo no ha muerto, ahora es imperialismo, la fase superior del capitalismo como lo definía Lenin; en los 90tas nos lo vendieron como globalización, el capital sin fronteras. Hoy en su ciclo de vida, desesperado por la crisis del modelo capitalista, el imperio gringo y sus cómplices van de nuevo hacia la violencia y la vorágine territorial, van por Palestina, van por nuestro Esequibo. Esto debe convocarnos de forma permanente al combate de las ideas, a la emancipación del pensamiento.
La vanguardia tiene la obligación evolutiva de investigar y cuestionar las cosas, los textos, la historia, los hechos. Resignificar es la salida, llamar a las cosas por su nombre desde nuestra propia realidad y dejar de asumir conceptos importados que sirven y nos hacen servir a un esquema de dominación que hemos decidido muchas veces no aceptar.
Seguiremos encendiendo luces para guiar la lucha contra la colonialidad, al menos alertando de su presencia y sus peligros como lastre a nuestra verdadera independencia. Mientras construimos vías para el debate y vamos en la medida de lo posible, Educando a la Vanguardia.
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