Luis Carlucho Martín
Desde tiempos remotos se han impuesto medidas y horarios para tratar de regular la venta de aguardiente, pero al igual que hoy, tales disposiciones son burladas por quienes, ante la impunidad, siguen haciendo lo que les viene en gana. Acaso los borrachos y los expendedores del elíxir tienen un pacto mágico, secreto pero también público, para que la retroalimentación no falle. Amén.
Por allá por 1668, surgió la determinación oficial de ponerle un «parao» a los desmanes que se sucedían por el exceso de consumo de bebidas espirituosas. Expone una resolución de esos días, en mandato de la autoridad, representada en el alférez Antonio Morgado, que el Ayuntamiento debía imponer graves penas a las pulperías caraqueñas –unas 70 registradas legalmente– que abriesen sus puertas después de las nueve de la noche, “porque a deshoras de la noche acude mucha gente de servicio, esclavos como indios, y traen frutos que cogen y lo venden a trueque de vino (…) y sucede embriagarse (…) ocasión de algunos desastres que acontecen, como la muerte que hizo un indio a Pedro Inojosa, por salir a la defensa de una negra pulpera que tenía su puerta abierta a deshoras de la noche (…) y sucederían otras muchas, si no se castiga a cualquier pulpero a quien le hallaren la puerta abierta (…) después de las nueve de la noche”.
(Las horas se “tocaban” con las campanas de la Catedral…por eso la expresión. Hoy no sonaría ninguna señal horario debido a las iguanas interplanetarias que atentan contra el fluido eléctrico y nuestro principal reloj, el de La Previsora, lógicamente se detendría). Más adelante, en 1805, según las disposiciones del Ayuntamiento: “con respecto a lo determinado sobre la hora de cerrarse las pulperías y guaraperías, por la noche (…) estimen que las pulperías de comestible lo verifiquen al tocar las diez, y que las guaraperías los verifiquen a las ocho, bajo las penas impuestas; y no siendo conformes con los borrachos (…) queden sin el debido castigo de su delincuencia (…) la primera vez deberán castigarse (…) siendo conducidos a cárcel de corrección, para que, restituidos a su juicio trabajen con cadenas en obras públicas por ocho días; por quince en la segunda; por un mes en la tercera; y por seis meses en la cuarta; y en las demás serán castigados al arbitrio del señor alcalde”.
Con razón tantas calles, alcantarillados, sistema de cloacas y carreteras vecinas, están tan torcidas y mal acabadas…hechas a ritmo y a pulso de aquellos penalizados beodos…
Hoy la variedad de marcas, la situación país, y la cada vez más necesaria ingesta líquida por la búsqueda de escape y relax, el control es menos eficaz.
Cada vez que anuncian Ley Seca los licoreros hacen fiesta porque en esa «veda etílica» se imponen nuevas marcas de ventas. «Compras nerviosas», dirían los sociólogos y sicólogos sociales.
Sanciones, multas y otras medidas son anunciadas por las autoridades, pero al salir a la calle te das cuenta que son los funcionarios públicos, los mismos que deberían imponer el orden, quienes protegen a los expendedores y garantizan que la demandante borrachería se mantenga feliz.
Ojo: por ahí dicen que ese montón de marcas chimbas de licores de ron y el cocuy de moda, vendidos y consumidos a horas y deshoras, están matando gente!!!
Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo
El Pepazo